Recuerdos... [cont.]
El verano estaba llegando a su fin y yo iba cargada de libros a mi primera clase, cargada de libros y de ansias, emocionada, expectante por un nuevo comienzo. Papá aún vivía y me había llevado en el auto. Él me había despedido con un apretado abrazo y un ‘¡Éxitos!’ bailando en sus labios junto con una sonrisa ancha.
Por las prisas, no había prestado mucha atención al camino y me topé de frente con una persona. Él, Damien. En ese momento no estaba al tanto de su identidad, obviamente, así como de lo poderosa que podía resultar ser una simple mirada. La suya.
Su sonrisa nerviosa y sus cabellos dorados quedaron grabados a fuego en mi memoria. Sus ojos como zafiros brillaban con curiosidad aquella tarde, como si se preguntaran quién era aquella torpe que había osado chocar con él.
Me pidió disculpas repetidamente en todo el tiempo que nos tomó volver a juntar nuestros respectivos libros. Y fue todo. Rápido pero intenso, como una sesión de electrochoques.
Habían pasado meses y nosotros jamás habíamos vuelto a hablar, lo que no significaba que yo no supiera nada de él. Lo cruzaba a menudo en la biblioteca, lo admiraba, memorizaba cada una de sus facciones, sus expresiones, pero, digno de mí, siempre pensé que nunca se fijaría en alguien como yo, simple estudiante de periodismo, cuando él aspiraba a ser arquitecto. En esos tiempos había creído que verlo armar rascacielos de cartón multicolor era la cosa más entretenida del mundo.
Alyssa tuvo su buena cuota de espionaje en gran parte de la historia. Recordarlo incluso me roba una sonrisa.
Así pasó el tiempo y jamás tuve el valor de decirle nada acerca de lo que sea que sucediera en mi corazón cuando lo veía, o en mi estómago cuando pensaba en él. Mi cuerpo sabía que él estaba cerca incluso antes de que yo lograra encontrarlo con la mirada. Hasta que la vida decidió arrebatarme a mi padre y me regaló el precioso consuelo de su presencia en el peor momento de mi vida.
―Lo lamento tanto ―musitó él al final de la fila que se había formado frente a mí, a un lado del féretro de mi padre y en un ceñido abrazo hizo que muriera y volviera a nacer en un instante.
En ese momento no supe qué hacer, cómo reaccionar y me limité a colgar mis brazos a ambos lados de mi cuerpo por un largo minuto como en shock, como si no pudiera creer lo que estaba sucediendo o como si no fuera capaz de controlar mi sueño. Porque aquello era lo que parecía.
Luego, cuando escuché un lamento proveniente del fondo de su garganta, coloqué mis manos en su cintura, devolviéndole el gesto y apoyé mi rostro en su pecho que subía y bajaba con dificultad. Sollozaba. Damien sollozaba entre mis brazos.
Él, que siempre me había parecido más indestructible que alguien que se quebrara con la muerte de un desconocido, se encontraba de la forma más vulnerable en mi abrazo. Juntos y en el mismo dolor.
Era más alto que yo por lo que inclinó su cabeza sobre mi hombro cuando las lágrimas volvieron a salir de mis ojos y las suyas comenzaban a humedecer mi ropa de luto. Podía escuchar sus suaves lamentos en mi oído y su dolor me atravesaba por completo.
―También perdí a mi padre ―me contó después de mucho tiempo de abrazo y cuando ambos hubimos llorado lo suficiente como para volver a hablar―. Pero yo lo hice cuando tenía diez años ―continuó y sus dedos se dedicaron a secarme las lágrimas de mis mejillas con delicadeza.
―Lo siento ―murmuré con mi mirada perdida en sus ojos cristalinos, sus párpados delineados en rojo y las lágrimas humedeciendo sus largas pestañas.
―Gracias ―susurró y me regaló una media sonrisa―. Discúlpame si he sido muy efusivo, sé que no nos conocemos pero… me ha tocado muy de cerca. Aún hoy siento el mismo dolor que aquel día cuando supe que él ya no jugaría conmigo ni me arroparía por las noches―explicó agachando la mirada. Sus pestañas se proyectaron como largas sombras sobre sus pómulos.
Sentía la agonía de su corazón al contarme su historia y por primera vez en todo el velatorio, me sentí comprendida. Finalmente alguien podía entender lo que significaba la pérdida de mi padre. No era simple egoísmo. No se trataba de mi soledad. Simplemente no podía comprender qué podría haber hecho él para merecer la muerte.
―No te preocupes ―me las arreglé para decir.
Mi corazón latía arrítmico, ya entonces estaba cansado, confundido entre tantas emociones. Y tardaría dos años en confirmar que ése sería el ritmo que tendría desde entonces cada vez que Damien formara parte de mi vida.
Nos hicimos amigos, por ponerle un título. Nos juntábamos para estudiar, con Alyssa en medio para recordarme cada vez que demostraba más de lo que yo estaba dispuesta a mostrar, que sentimientos como aquel que comenzaba sólo acarreaban dolor. Y mi padre era prueba de ello.
Todo era sencillo a su lado. Pero por alguna razón, lo más probable es que fuera el hecho de que él me contara todo acerca de su vida, la suya y la que compartía con afortunadas chicas, nunca siquiera le sugerí que algo podría pasar entre nosotros. Me limitaba a mí misma, ya no quería sufrir, ya no luego de tantas pérdidas. Una más podría matarme de la tristeza.
Y para eso no estaba preparada.
Ese fue el porqué, cuando tuve mi título en mano, huí hasta el otro lado del océano para empezar una nueva vida. Una libre de Damiens que pudieran boicotear mi autoestima, libre de personas que me hicieran sentir especial sin que siquiera lo sospecharan, sin que supieran que una sonrisa y mi mundo se restringía a su alrededor, una mirada y mi respiración pertenecería a ellas.
No sería más fácil para mí, pero sí lo menos doloroso… a largo plazo… quizás.
Al principio, intentaba ocultarme tras oscuros trajes de seriedad, mostrando al mundo sólo lo que era capaz de hacer con un papel y un lápiz. Entraba a trabajar a las siete de la mañana, almorzaba a las doce y volvía a mi departamento a las dos en punto sin hablar con nadie. Mis compañeros no habían conocido mi voz hasta dos años después de mi ingreso, cuando el jefe de sección había anunciado mi ascenso. Nadie más que Alyssa podría darse cuenta que en el fondo, sentía pesar ese vacío que había quedado luego de haber abandonado mi corazón en los Estados Unidos.
Imagen de Cynicalbaby en Deviantart
Imagen de Cynicalbaby en Deviantart
Ayyyy!!! me da mucha penita D; Que triste la vida de Jean :'(
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