Esta Cenicienta ya ha pasado por noches increíbles y por eternas tardes de tristeza. Esta Cenicienta ha amado al Príncipe azul y al vagabundo pensando que ese podía ser su cuento de hadas. Esta Cenicienta ha reído con chistes malos y ha llorado por razones que estaban más allá de ella.
Esta Cenicienta ha caído y ha llenado de lodo su mágico vestido. Pero esta Cenicienta se levantó y lanzó sus zapatos de cristal bien lejos para correr en libertad.
Para ser, finalmente, feliz. Por el tiempo que dure.

lunes, 7 de noviembre de 2011

Countdown - Parte 16


Último párrafo

Gracias a las medicinas, no sabía decir si deseaba morir o no. No sentía mi cuerpo, el médico había dicho que de ese modo era mejor. Más llevadero. 
Pero quería irme, dejar de dar lástima con mi huesudo cuerpo, dejar de ocupar tiempo y espacio en las vidas de personas maravillosas que no merecían mantenerse atadas a mí. A lo que quedaba de mí. Personas llenas de vida, de sueños y expectativas. Llenas de capacidades. 
Sin embargo, si debía hacer un balance de mi corta existencia en el planeta Tierra, había conocido la amistad sincera con Aly. La unión familiar con mis padres. Y el sufrimiento y el amor con Damien.
Reí hasta llorar y esbocé una sonrisa cuando el llanto llegaba a su fin. 
No tuve hijos, ni planté muchos árboles. No podía donar órganos y aun no terminaba de escribir un libro. 
No colaboré con Greenpeace cuando dije que lo haría, ni fui a visitar a algún anciano al hospital. No leí un cuento a un niño huérfano ni me lancé en paracaídas. 
No teñí mi cabello de rojo como había deseado ni encontré las fuerzas para hacerme el tatuaje de un hada en mi omóplato. 
Pero para una persona común como yo, el haber conocido esos enormes sentimientos, el haber trabajado de lo que me gustaba y con la persona que quería había sido la mayor bendición y eso había llenado mis días de alegrías y gratificaciones. 
Intenté verle el lado positivo a la mayoría de las cosas y traté de mantener la sonrisa en mi rostro la mayor parte del tiempo. Agradecí por lo que había conseguido y acepté los dictámenes de cualquier ser superior. Intenté encontrar felicidad en las pequeñas cosas. 
Por lo tanto, podría decir que mi misión en la Tierra estaba cumplida. 

―Gracias, Aly ―musité con la voz quebrada cuando ella terminó de leer el último párrafo de lo que sería mi libro titulado “Cuenta atrás”. 
Y ya no fui capaz de pronunciar alguna otra palabra pues el sueño ganó mis resistencias y caí dormida entre las sábanas blancas aquella tarde de septiembre. 

*** 

Damien Acker llegó esa noche al sector Oncología del Hospital General de San Francisco con prisa por hablar con el médico de Jeanette. Estaba decidido a hacerla entrar en razón y que siguiera un tratamiento. No podía ser demasiado tarde para intentarlo. El dinero no importaba en lo más mínimo y aún menos cuando estaría logrando que ella regresara al mundo para poder amarla como se lo merecía. 
―Lo único que podría resultar moderadamente bien a estas alturas sería un trasplante de médula ósea ―le dijo el doctor Sullivan mientras metía sus manos en los bolsillos de su bata blanca―. Pero a partir del hecho de que, básicamente, la médula donante debe ser compatible con la de la señorita Fairchild resultaría imposible encontrar tal donante ya que por lo general, la compatibilidad se da entre familiares cercanos y tengo entendido que la paciente sólo lo tiene a usted y a su amiga ―finalizó apesadumbrado el joven profesional. 
Damien agachó la cabeza, abatido como si todas las esperanzas se hubieran fugado de su enamorado corazón y maldijo en su interior por no haber hecho algo antes. Cualquier cosa bastaría para hacerse entender que al menos lo había intentado. 
Era la primera vez en la vida que deseaba algo con tanta fuerza y no podía hacer absolutamente nada. Demonios, si hubiera resultado, él mismo se sacrificaría por saber que ella sobreviviría. 
Agradeció al médico por su atención, no así por su inútil explicación y partió hacia la habitación 352, la de Jeanette. 
Ella dormía, como un ángel envuelta en nubes de sábanas blancas. Sonrió al observar la paz que emanaba. Como indiferente de los miles de sonidos que la rodeaban.
Odiaba cómo la leucemia la había consumido, como si se la comiera desde adentro dejando sólo piel y huesos tras sus pasos. 
Pero ella había sido siempre la misma. La misma Jeanette, la misma simpatía, la misma sencillez. El mismo brillo inocente en sus ojos oscuros y la misma sonrisa destellante en sus labios ahora pálidos. 
Los mismos labios que él mismo había probado la noche anterior y que, a pesar de saber que ya no mantenían el mismo sabor, a él le habían sabido a gloria. Un néctar de edición limitada y que, hasta entonces, jamás había probado. 
La había besado finalmente, lo había deseado hacía tanto tiempo que ya había perdido la cuenta. Pero jamás había soñado que cumpliría su deseo y mucho menos en una situación como aquella: ella internada con leucemia sin otro tratamiento que no fuera el que la mantenía sin dolores. 
Su cabeza estaba decorada con un pañuelo de seda multicolor y sus uñas resaltaban sobre la gama de los blancos del ambiente con su estridente tono azul eléctrico. 
Jean era así, multicolor como un arco iris, con tantos colores como energía. Decía lo que sentía y amaba sonreír a todo y a todos, incluso aunque el receptor de sus sonrisas no se lo mereciera. 
―¿Cómo ha estado? ―le preguntó a Alyssa a modo de saludo, al tiempo que colocaba un nuevo ramo de flores en el jarrón violeta sobre la mesa de noche. 
―No despertó en toda la tarde ―le explicó ella con la mirada cansada―. Ha tenido días mejores. 
Alyssa estaba escribiendo en su laptop mientras él se quedaba contemplando la madeja de piel que resultaba ser su amada. 
No podía evitar pensar en qué habría pasado si él hubiera ido en su busca cuando ella había desaparecido. Aunque tampoco era que en aquel momento tuviera alguna pista sobre dónde podría encontrarla. 
Damien se mantuvo a su lado hasta muy tarde a la noche, volvió a su departamento sólo después de que Aly lo hubiera despertado del regazo de Jean. Besó su pálida frente y antes de partir memorizó la tranquilidad de su cuerpo para luego desaparecer tras la puerta.


Imagen de Aimeeliketotakepics en Deviantart.

1 comentario:

  1. uno y uno D: por Dios -.- si tan sólo Demian tuviera un poquito más de tenacidad :/ en fin.. supongo que esta historia -quizá- no está destinada a un final feliz.. boeeee.. :(

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