En la cornisa
El silencio era quebrado por sonidos mecánicos que se repetían constantemente. Agudos y graves. En mi mente dormida, sólo veía un rostro perfecto iluminado por los tonos cálidos de un atardecer, en cuyos ojos azules observaba el reconocimiento de haberse topado con algo que hacía mucho tiempo no había visto. Y un sopor cubriendo mi cuerpo que se desvanecía lentamente hasta devolverme a la realidad.
Sentía frío y pronto me vi cubierta por blancas sábanas que no me parecían familiares y que sólo podían significar una cosa: estaba internada en un hospital.
Me encontraba demasiado aturdida como para lamentarme, como para caer en la conclusión de que los días finales estaban aterradoramente cerca; y me tomó todo un minuto recrear los sucesos que precedieron a mi situación actual. Damien regresó a mi cabeza cuando Alyssa comenzó a hablarme.
―¡Hey! Jean, ¿cómo te sientes? ― musitó en voz baja poniéndose a la altura de mi rostro, a mi lado. La miré sin mirarla, las palabras llegaban a mi mente con retraso y tardaban unos segundos más en procesarse e indicarme cómo debía reaccionar.
―Atontada ―dije con un hilo de voz. Y un momento después supe que quizás Aly y yo no estábamos solas en la habitación. Como habíamos dejado de estar solas en nuestra mesa en la cafetería.
Giré mi cabeza en torno al pálido cuarto. No había nadie más allí, sólo las estrellas brillando del otro lado del cristal de la ventana.
―Ha ido por café ―dijo Alyssa y el corazón se me apretó.
―¿Quién? ―pregunté intentando apoyarme sobre mis codos.
Él no podía seguir por allí, pues eso sólo significaba que sabía quién era yo, que estaba enferma, si acaso al borde de la muerte y eso, eso sólo contaría como una persona más que me tendría lástima.
Y de Damien no lo soportaría.
―Damien ―dijo simplemente―. Ha insistido en traerte hasta aquí cuando te desmayaste en la cafetería. Lo siento, no pude sostener mucho tiempo la farsa de no conocerlo.
De nuevo esa lentitud en mi mente, como si se tratara de un caracol en una carrera de atletismo.
―No sé qué decir ―confesé.
Alyssa comprendió mi aturdimiento y no me invadió de preguntas, aun cuando sabía que estaba llena de ellas. Se dedicó a ayudarme a poder sentarme en la cama, acomodó mis almohadas y nos quedamos en completo silencio. Cada una en su propio mar de interrogantes.
Yo simplemente me encontraba deseando con todas mis fuerzas que Damien hubiera optado por dejarnos en el hospital y volver a su agitada vida, que no hubiera elegido quedarse allí para otra cosa que no fuera realizar su buena acción del día y marcharse. No quería volver a verlo incluso aunque fuera lo que más necesitaba en ese momento. No quería ver la lástima opacando sus ojos al fijarse en mí.
Pero la vida no solía cumplirme los deseos y no comenzaría a hacerlo entonces. En un instante, se oyeron dos golpecitos en la puerta de mi cuarto. Allí, mi corazón antes que nadie, supo quién se encontraba detrás de la hoja de madera.
La manga de un saco oscuro se asomó junto con una gran mano varonil, dando paso al hombre que había poblado mi mente desde los diecisiete años, al que me había atormentado cada noche en los últimos meses. Ahora estaba allí, con el mismo gesto adusto y cansado que había visto en la cafetería.
Un atisbo de la sonrisa que me había enamorado se asomó por sus suaves labios y sólo un destello de una alegría que se siente al reencontrarse con alguien del pasado decoró sus ojos claros al notar mi cuerpo desmadejado sobre la cama de hospital.
Este Damien sonriente se parecía más al que me había robado el corazón.
―Jean ―fue todo lo que dijo con su perfecta voz. Ocupó el lugar de Alyssa a mi lado y amplió su sonrisa.
La máquina conectada a mi corazón delató mi nerviosismo, como los latidos frenéticos de una adolescente enamorada.
―Damien ―susurré y me perdí en el desordenado mar de sus ojos.
Él me sostuvo la mirada por todo un minuto.
―¿Quién diría que nos reencontraríamos en un momento como este? ―habló con mayor seriedad, paseando su vista por mi delgado cuerpo.
Lo vi titubear al intentar acariciar la mano que descansaba sobre mi regazo. Pero entendí su rechazo a tocarme, yo era lo más parecido a lo que un cadáver con una pizca de vida podría ser.
Sólo sonreí en respuesta a su pregunta.
―Supongo que el simple hecho de volvernos a encontrar resulta increíble ―hablé. Increíble, insólito.
―Iré a avisar al médico que has despertado ―anunció Aly que de repente parecía haber desaparecido y salió inopinadamente de la habitación.
Un silencio incómodo cayó entre nosotros, vagué mi mirada por el cuarto en busca de algo que decir. Nada. En verdad quería observarlo, comparar sus detalles actuales con los pasados. Quería saber si sus ojos aún tenían esas motitas oscuras en sus iris, si ya se notaban las arrugas en el contorno de sus ojos, si sus labios eran del mismo rosa que hacía tanto tiempo, si sus manos seguían siendo acogedoras y si sus dientes aún destellaban misteriosamente con cada sonrisa.
Imagen de Sylwe en Deviantart.
Oh, mi Dios ._. qué lindo es Damien c': de verdad me encantó el personaje*-* aunque la situación no es la mejor, ¿verdad?
ResponderEliminar