Ella había amanecido ese día con un año más de vida. No era especialmente feliz, había aprendido a celebrar cada día vivido en lugar de cada año.
Además, ese día en particular estaba especialmente ocupada por lo que sus planes de festejo se habían pospuesto.
Iba apurada por los pasillos de la universidad, directo a la clase a la que estaba llegando tarde cuando alguien la abraza por detrás. Reconoció aquel torso musculoso que chocaba con su espalda, pero no quiso pensar mucho en ello.
Él, su mejor amigo, se puso frente a ella con esa sonrisa blanca que le gustaba y, en secreto aún para ella misma, amaba.
-Feliz cumpleaños-dijo y se inclinó a darle dos besos en las mejillas.
Pero algo pasó en medio. Accidentalmente, sus labios se rozaron por un milisegundo cuando ambos giraron sus rostros.
Fue devastador para los dos.
Él había soñado mucho tiempo con aquellos labios.
Ella sintió sorprendida cómo el calor llenaba su pecho e íntimamente pedía más.
Nada más pasó.
Él agachó la mirada avergonzado. Ella río nerviosa intentando alivianar el ambiente entre ambos.
Él la miró por todo un segundo antes de que su amiga corriera a clases con una enorme sonrisa alegando que estaba atrasada
Ella se permitía pensarlo, pero ese había sido el mejor regalo.
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