Esta Cenicienta ya ha pasado por noches increíbles y por eternas tardes de tristeza. Esta Cenicienta ha amado al Príncipe azul y al vagabundo pensando que ese podía ser su cuento de hadas. Esta Cenicienta ha reído con chistes malos y ha llorado por razones que estaban más allá de ella.
Esta Cenicienta ha caído y ha llenado de lodo su mágico vestido. Pero esta Cenicienta se levantó y lanzó sus zapatos de cristal bien lejos para correr en libertad.
Para ser, finalmente, feliz. Por el tiempo que dure.

sábado, 8 de octubre de 2011

Countdown - Parte 12


En la cornisa [cont.]

―¿Cuánto ha tiempo ha pasado, Jean? ―dijo de repente recordando, al parecer, la última vez que nos habíamos visto antes de mi partida a Inglaterra. 
―Siete años ―contesté segura. Un segundo después, me di cuenta de que por mi tono pareciera que hubiera estado contando los meses―. El tiempo te ha hecho bien ―comenté mirándolo por el rabillo del ojo. Él medio sonrió. 
“Bien” resultaba poco. Si al principio me hubiera parecido duro e impasible, esta vez que estaba a mi lado resultaba un hombre aún más atractivo que cuando compartíamos tardes de estudio. Sus rasgos eran masculinos e irradiaba seguridad por cada poro. Sin embargo, sus ojos continuaban siendo infantiles, frescos y alegres, aún con el cansancio marcando tenues ojeras bajo ellos. 
―A mí, ya ves, sólo me ha hecho mal ―hablé señalando mi cuerpo. 
Para ese entonces me encontraba muy delgada, sólo piel y huesos. Mi cabello negro había desaparecido por completo y en mi cabeza todo lo que había era un pañuelo verde esmeralda cubriendo mi calva. 
Me había despedido de mis cejas hacía pocos días y del color de mi piel desde un principio. 
Los anillos que solían adornar mis manos se caían de los dedos por lo que también dejé de usarlos. Mis uñas estaban cortas y pintadas de rojo después de haberle insistido a Alyssa que lo hiciera. 
―Pero algo habrás aprendido en todo este tiempo. Todo sucede por alguna razón y de todo se puede sacar una enseñanza ―habló pensativo, como si estuviera ventilando su propia experiencia. 
―Eso creo ―afirmé. 
Había aprendido, claro que sí. Entre otras cosas, a luchar por mí misma y a aceptar las situaciones amargas de la vida con una actitud positiva. A llorar cuando lo necesitaba y a secar mis lágrimas cuando me hube desahogado para continuar caminando. 
Pero no había aprendido a olvidar, a quitar a una persona de mi corazón, aun sabiendo que esa era la mejor opción. 
No aprendí a dejar el pasado, allí, en el pasado. 
Alyssa volvió un momento después, con el médico pisándole los talones. El hombre que rondaba la treintena, me miró con desaprobación al saber que no seguía un tratamiento específico pero continuó con mis deseos cuando usé la frase que repetía cada vez más a menudo y que mi amiga tanto odiaba escuchar. 
―No serviría de nada, doctor, sólo estaría aplazando lo inevitable. Es una especie de último deseo, no le negaría algo así a un difunto, ¿verdad? ―dije mientras el doctor Sullivan me observaba como si estuviera loca. 
Alyssa se mantenía a mi lado, agachando la mirada, tragándose las lágrimas. Intentando no llorar. 
Mientras tanto, Damien se entretenía acariciando una mustia planta que descansaba en un rincón, dándonos la espalda, como ajeno a la parafernalia médica de su alrededor. 
Tanto tiempo había pasado desde el momento en que había renunciado a cualquier cosa que me relacionara con él, que en ese momento me encontraba estúpidamente buscando cosas que pudieran unirme a él. 
Si tan solo tuviera tiempo que regalarle. Tiempo para recuperar viejas anécdotas y armar nuevos recuerdos. 
¡Cómo si él no tuviera nada más importante que hacer que pasar tiempo con una enferma terminal!’, exclamó llena de sabiduría una voz en mi interior. 
Era verdad. Resultaba inútil siquiera desear que él quisiera compartir tiempo a mi lado porque él, a diferencia de mí, sí tenía una vida. 
―Está bien, señorita Fairchild, la mantendremos estable todo el tiempo. Por favor, avísenos si siente algún tipo de dolor. 
―Lo haré yo, en caso de que ella no lo haga ―afirmó Alyssa―. La conozco lo suficiente como para interpretarla. 
―Muy bien ―dijo el doctor cerrando la carpeta que llevaba entre sus manos en la que anotaba todo acerca de mí. 
Esa noche, dormí sólo gracias a los sedantes y lo último que pude ver antes de caer rendida en el sueño fue a Damien despidiéndose de Alyssa con un abrazo.



Imagen de Volturispet en Deviantart

1 comentario:

¿Tenés algo que decir? Vamos, expresate :)